A veces ocurre y no sabes por que, pero cuando ves determinadas películas, oyes algunas melodías o saboreas determinadas obras de arte surge una necesidad irresistible de compartir con el mundo la maravilla que lees, escuchas o contemplas, como dijo alguien que no recuerdo: ”es una especie de éxtasis u orgasmo intelectual, que se necesita expandir”.
Cuando comencé la lectura de “Todo lo que era sólido”, apenas transcurridas unas veinte páginas, sentí esa profunda e ineludible necesidad de compartir aquello que estaba leyendo, y lo que es más, de hacerlo con todo el mundo. Quería que mis hijos adolescentes lo leyeran, que mis amigos lo leyeran y que fuera libro obligatorio de lectura en los Colegios e Institutos de nuestro país, quizás de esta forma evitaríamos que la democracia en España siguiera siendo lo que hasta ahora ha sido, una democracia imperfecta y podrida en muchos puntos de su sistema. Como evidentemente mi economía no me lo permitía, y no tengo ninguna influencia en el Ministerio de Educación, decidí conformarme con regalar dos ejemplares a dos de mis mejores amigos con los que suelo conversar de estas cosas. Ambos eran y son ideológicamente opuestos, pero ambos comparten el tan escaso “don” de la capacidad crítica y la inteligencia y para mi regocijo quedaron igualmente fascinados.
Esencialmente “Todo lo que era sólido” supone un análisis a veces duro y siempre, brillante , meditado y extremadamente lúcido de lo que nos ha pasado en España desde el advenimiento de la democracia hasta ahora, de la gran mentira en la que hemos vivido, de cómo la banca, la política y los políticos , la complicidad de los medios de comunicación al servicio de partidos e ideologías y hasta en gran parte nosotros, hemos sido cómplices y consentidores del expolio sistemático de un país, por parte de unos de y de otros, sin más legitimidad para ello que la que da la fuerza de las urnas, el poder financiero o el mediático. Somos y hemos sido ciudadanos engañados y anestesiados, sin mucho interés por despertar, probablemente porque nadie nos enseñó a ser demócratas, y la Democracia como dice el autor, es un sistema que no es consustancial al ser humano, sino que hay que aprenderlo.
Para Muñoz Molina , en España no hemos construido una democracia, hemos destrozado el proyecto de lo que pudo ser.
Rubén Castillo en su excelente blog de literatura, nos hace este resumen de la idea general que late debajo del ensayo que nos ocupa: “España pasó, quizá con demasiada rapidez, de ser un país pobre dominado por una dictadura a ser un país rico y derrochador, donde nadie se preocupó de instaurar una verdadera y necesaria pedagogía democrática, donde se enseñase que la tolerancia, el respeto y el esfuerzo común importaban mucho más que las intransigencias, los dispendios y las fanfarrias. Y por eso todo lo que era sólido y se tenía por inmutable (la educación, la sanidad, la justicia, el empleo, la solvencia económica) comienza a resentirse de un modo notorio. Pero Antonio Muñoz Molina, con la misma abrumadora lucidez que ha empleado para diseccionar los tumores del problema, nos advierte de la errónea tentación de dejarnos abatir: «El fatalismo de que nada podrá arreglarse es tan infundado como el optimismo de que las cosas buenas, porque parecen sólidas, vayan necesariamente a durar» (p.213). En su opinión, bastaría que todos nos aplicásemos con insobornable voluntad cívica en nuestro trabajo y que no permitiésemos a los parásitos, mendaces, cínicos y vividores ni un milímetro de margen.”
Lo verdaderamente mágico y extraordinario de “Todo lo que era sólido” es que no nos cuenta nada que no supiéramos ya, salvo algunas pequeñas sorpresas y experiencias propias. Casi todo aquello que el libro nos relata, ya lo conocemos, pero apenas si hemos sido capaces de reflexionar sobre ello y entender sus verdaderas dimensiones y su cruda realidad. Nos hemos dejado llevar por donde nos han querido conducir, somos una sociedad irreflexiva, casi siempre adscrita a un lado u otro, con una “lealtad inquebrantable” heredada de tantos años de dictadura y hábilmente manipulada por todo el espectro de partidos políticos que nos han gobernado. España no ha sido un páis de ideas ,sino de consignas transmitidas por los que gobernaban y por los que ejercían la oposición.
Ciertamente nunca he creído en el adoctrinamiento educacional, más propio de dictaduras que de democracias, pero si, como antes decía, me preguntaran qué libro quisiera que mis hijos leyeran en el colegio como obligatorio, sin duda diría que éste. La lectura de “Todo lo que era sólido”, es un ejercicio indispensable para conocer todos lo errores intencionados cometidos, que son muchos, pero en definitiva para aprender qué es la Democracia, cómo se ejerce y sobre todo para entender que lo vivido en España ahora, dista mucho de haberla sido. Para terminar el autor abre una ventana a la esperanza, el futuro no tiene porque ser igual, de todo se aprende y nosotros debemos hacerlo, tenemos que despertarnos moral y críticamente, e intentar construir aquello que se nos ha negado, una verdadera democracia.
Para terminar esta invitación a la lectura os dejo reproducida la reseña que la editorial Seix Barral hace del libro y que refleja perfectamente el contenido del mismo:
“Este es un ensayo directo y apasionado, una reflexión narrativa y testimonial, al más puro estilo de los ensayos de George Orwell o de Virginia Woolf, una propuesta de acción concreta y entusiasta para avanzar desde el actual deterioro económico, político y social hacia la realidad que queremos construir. Partiendo tanto de documentos periodísticos como de la tradición literaria, Antonio Muñoz Molina escribe esgrimiendo razón y respeto, sin eludir verdades por amargas que estas sean, porque saber es el único camino para cambiar las cosas.
Testigo de una época en la que aún no estaban a nuestro alcance derechos que ahora peligran, nos recuerda que nada es para siempre, que cualquier derecho puede desaparecer. Este ensayo nos convoca: «hace falta una serena rebelión cívica» y nos apremia: «hay cosas inaplazables».
Todo lo que era sólido es un espejo en el que todos debemos mirarnos, no importa el lugar ideológico en el que nos movamos, dónde vivamos o nuestra condición social; una llamada para que reaccionemos, cada uno desde nuestro ámbito de actuación, y contagiemos con nuestro ejemplo una responsabilidad cívica que hemos de exigir, de manera contundente, a nuestros gobernantes.”
Antonio Navarro Selfa